El 31 de enero se inauguró La Asamblea General del año XIII con el propósito de emancipación y constitución del Estado de las provincias unidas. La abolición de la esclavitud, la igualdad indígena y la prohibición de torturas y tormentos son algunos de los principios fundamentales que nos legó.
En un contexto de luchas internas entre Morenistas y Saavedristas, patriotas y contrarrevolucionarios, luchas que buscaban darle una orientación y una forma política a lo iniciado en la Revolución de Mayo.
La demora en proclamar la independencia y en dar una constitución y un notorio centralismo, pusieron fin a la paciencia de los “morenistas”, que exigieron la conformación de un nuevo triunvirato. Éste se formó en octubre de 1812 y, finalmente, convocó a una asamblea general para el año siguiente.
La Asamblea General del año XIII se declaró soberana y asumió la representación de las provincias.
Entre sus novedades, se encontró la ausencia del juramento de fidelidad a Fernando VII. El Juramento que los diputados convocados firmaron marcaba el “americanismo”: “¿...prometen a la patria desempeñar fiel y exactamente los deberes del sublime cargo … promoviendo los derechos de la causa del país al bien y felicidad común de la América?”
Dicha asamblea pudo concretar algunas obras legislativas de gran importancia: entre ellas, la acuñación de moneda nacional, el establecimiento del escudo e himno, la abolición de la Inquisición y las torturas, la supresión de los títulos de nobleza y la libertad de vientres.
Pero también se derogó la mita, la encomienda, el yanaconazgo y el servicio personal de los indios, bajo todo concepto y sin exceptuar el que prestaban a las iglesias o a sus párrocos.
La Asamblea no pudo cumplir con el objetivo de dictar una Constitución pero fue un gran avances en materia de derechos sociales.
Fragmento del manifiesto inaugural de la Asamblea el 31 de enero de 1813:
"Si hubiéramos de calcular los designios de la naturaleza por el resultado práctico de los sucesos humanos, sería preciso suponer que la esclavitud era el dogma más análogo a nuestro destino, y que él debía ser la única base de las primeras combinaciones de un legislador. Pero aunque el cuadro del universo no ofrece por todas partes, sino un grupo de esclavos envilecidos por la servidumbre, o acostumbrados ya a la tiranía: y aunque los esfuerzos de las almas libres, al fin sólo han servido de trofeos al despotismo, presentando en la historia de los pueblos una constante alternativa de gloria y degradación; sin embargo, la libertad existe en los decretos de la naturaleza, y por su origen es independiente de todas las vicisitudes de los siglos."
Nuesto propósito es promover el nucleamiento de personas propensas para el estudio metódico y sistemático de los grandes temas nacionales, con el fin de conformar una pléyade de ciudadanos altamente preparados para servir a la comunidad nacional.
jueves, 31 de enero de 2013
viernes, 25 de enero de 2013
Tratado del Cuadrilátero
Ante una posible agresión por parte de Portugal o España, las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes firmaron entre el 15 y el 25 de enero de 1822 el Tratado del Cuadrilátero. Los representantes de cada una de las provincias fueron el Ministro de Guerra, Coronel Mayor Francisco de la Cruz, por Buenos Aires, el Cura de las Ensenadas, Nepomuceno Goitía, por Corrientes, el secretario de Gobierno, Francisco Seguí, por Santa Fe, y Presidente del Congreso Provincial Entrerriano, Casiano Calderón.
En el tratado se estipulaba la paz y unión de las cuatro provincias y una alianza ante una posible agresión extranjera, de españoles o portugueses, la libre navegación de los ríos para las provincias firmantes, el retiro de los diputados del diminuto congreso de Córdoba y la posibilidad, por parte de cualquiera de las provincias contratantes, de convocar un congreso cuando creyese llegada la oportunidad conveniente. Con esto se trataba de evitar la realización del Congreso en Córdoba convocado por Bustos.
1°) Queda sancionada una paz firme, verdadera amistad y unión entre las cuatro provincias contratantes, cuya recíproca libertad, independencia, representación y derechos se reconocen y deben guardarse entre sí en igualdad de términos como están hoy de hecho constituidas, sin que por este acto solemne se gradúen renunciados los que defiende Santa Fe sobre el territorio de Entre Ríos, por documentos legítimos y amparos superiores, cuya reclamación legal, como las competentes a las demás de los suyos y respectivos, son el soberano legitimo Congreso General, de todas las provincias en la oportunidad que presente el orden de los sucesos americanos en su perfecta tranquilidad y absoluta cesación de oscilaciones políticas, cuyas innovaciones convenientes serán obedecidas, como emanadas de la Soberanía Nacional.
2°) Si los españoles, portugueses o cualquier otro poder extranjero invadiese o dividiese la integridad del territorio nacional, todas inmediatamente pondrán en ejercicio su poder y recursos para arrojarlo de él, sin perjuicio de hacer oficialmente al gobierno agresor las reclamaciones que estime justas y oportunas.
3°) Subsiste la misma liga contra cualquier poder de los designados, que incida en igual defecto contra el territorio particular o jurisdicción que cada una de las cuatro provincias disfruta de buena fe, en pacífica posesión, según las demarcaciones y términos respectivos, quedando divisorios provisoriamente de la del Entre Ríos y Corrientes, los arroyos Guayquiraró Miriñay, y Tranquera de Loreto, con el territorio de Misiones, sin perjuicio del derecho que defiende Santa Fe, de las cincuenta leguas que su representante dice corresponderle por su fundación, y fueron deslindadas hasta los mojones, o al menos hasta el río Corrientes, como los que tenga esta provincia a su favor, cuya decisión queda al Soberano Congreso General.
4°) Ligan los mismos deberes contra todo poder americano que pretende usurpar por las armas los derechos detallados en el artículo 19. En cuya virtud, si alguna o todas las demás provincias de la Nación atacaren con fuerzas a cualquiera de las cuatro amigas, se les harán por todas en unión las más serias y formales protestas sobre su agresión, y caso de ser desatendidas, irán en su auxilio las otras tres, facilitando mas a la invadida todos los recursos que necesite, que deberán satisfacerse por ésta, concluida la guerra, a los plazos que se estipulen.
4°) Si la provincia invadida hubiese dado mérito a ello, en juicio de las tres éstas entonces interpondrán su mediación para con la agresora, a fin de que se evite la guerra; y si ésta se prestase en conformidad, estará obligada a darle la satisfacción necesaria, y si no correrá la suerte que ella misma ha provocado; más si este caso fuese a la inversa, obrarán las tres provincias consecuentes a lo acordado en el artículo anterior.
6°) Ninguna de las provincias contratantes podrá declararse guerra u hostilidad, ni a otra cualquiera de las del territorio de la Nación, sin acuerdo y consentimiento de las otras tres, por medio de diputados autorizados a ese objeto, que a presencia y examen de las causales que puedan ocurrir, la decida, y sin que antes de verificarse un suceso tan funesto se pidan las satisfacciones correspondientes a las que se sospechen haber faltado a sus deberes respectivos.
7°) La de Buenos Aires facilitará en cuanto lo permite su estado y recursos, el armamento, municiones y demás artículos de guerra a cualquiera de las otras que los necesite y pida, cuyo importe de los renglones que se suministrasen, será satisfecho en la especie, modo y tipo que contratasen los respectivos gobiernos, quedando a mas libre el comercio de aquellos entre las cuatro provincias.
8°) Queda igualmente libre el comercio marítimo en todas las direcciones y destinos en buques nacionales, sin poder ser obligados a mandarlos abonar derechos, descargar para vender sus mercaderías o frutos por pretexto alguno por los gobiernos de las cuatro provincias, cuyo puertos subsisten habilitados en los mismos términos; sólo sí, por obviar el perjudicial abuso del contrabando, podrán ser reconocidos por los guardas costas respectivos, como sus licencias, guías y demás documentos con que se deban navegar, siendo decomiso lo que venga fuera de ellos.
9°) Buenos Aires, por un principio de generosidad y buena correspondencia con el actual gobernador del Entre Ríos y el de Corrientes, da por condenados, sucedidos y cancelados, cuantos cargos puede hacer y reclamaciones justas, por los enormes gastos que le obligó causar la temeraria invasión del finado Ramírez, consagrando gustoso todos sus sacrificios al inestimable ídolo de la paz entre hermanos americanos, unidos con tan íntimas como sagradas relaciones, y esperando sólo la paga de la gratitud a los esmeros que ha prodigado a su logro.
13°) No considerando útil el estado de indigencia y devastación en que están envueltas las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes por dilatadas guerras civiles que han soportado a costa de sangre, desembolsos, ruinas y sacrificios de todo género, su concurrencia al diminuto Congreso reunido en Córdoba, menos conveniente a las circunstancias presentes nacionales, y al de separarse la de Buenos Aires, única en regular aptitud respectiva para sostener los enormes gastos de un Congreso, sus empresas marciales y en sostén de sus naciente autoridad, quedan mutuamente ligadas a seguir la marcha política adoptada por aquella en el punto de no entrar en Congreso por ahora, sin previamente arreglarse, debiendo en consecuencia la (de) Santa Fe retirar su diputado de Córdoba.
14°) Si consiguiente a la marcha política que se adopta, alguna de las provincias contratantes creyere después ser llegada la oportunidad de instalarse el Congreso General, se harán entre sí las invitaciones correspondientes.
15°) El territorio de Misiones queda libre para formarse su gobierno y para reclamar la protección de cualquiera de las provincias contratantes.
17°) Los presentes artículos serán ratificados por los Gobiernos de Santa Fe y Entre Ríos, en el término de dos días, y en el de veinte, por los de Buenos Aires y Corrientes. Acordados y sancionados en la ciudad capital de la provincia de Santa Fe de la Vera Cruz desde el 15 de enero hasta hoy, 25 del mismo año del Señor de 1822, trece de la libertad del Sud.
jueves, 24 de enero de 2013
Nicolás Avellaneda (1837 - 1885)
nació en Tucumán el 3 de octubre de 1837.
El mismo día en el que cumplía cuatro años, su padre, Marco Avellaneda, fue degollado por un lugarteniente de Rosas. Su madre, Doña Dolores Silva y Zavaleta, tomó la decisión de trasladarse con su familia a Bolivia.
Ya adolescente, cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Córdoba sin llegar a graduarse. De regreso a su provincia fundó el periódico el Eco del Norte y a fines de 1857 se trasladó a Buenos Aires. A poco de llegar comenzó a trabajar como periodista en El Nacional y a colaborar con El Comercio del Plata, fundado en Montevideo por Florencio Varela durante la época de Rosas.
En Buenos Aires pudo completar sus estudios de derecho e iniciarse en el ejercicio de su profesión. Conoció a Sarmiento, con quien mantuvo una estrecha amistad. El sanjuanino lo ayudó a acceder a la cátedra universitaria como destacado profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, desde donde iniciará su carrera política. En 1865 publicó una de sus obras más importantes:Estudio sobre las leyes de tierras públicas, donde examina la legislación argentina al respecto y propone, basándose en el ejemplo norteamericano, la entrega de propiedades a los verdaderos productores, abreviando trámites y eliminando obstáculos. Plantea que la distribución de la tierra garantiza el asentamiento de población estable y contribuye al aumento del caudal demográfico. "La propiedad territorial fácil y barata -decía en el Estudio- debe ser la enseña de leyes venideras, para vencer en su nombre y con su obra el desierto, cambiando el aspecto bárbaro de nuestras campañas".
Fue electo diputado de la Legislatura de Buenos Aires y al poco tiempo debió abandonar la banca para ocupar el cargo de ministro de Gobierno de la Provincia, durante la gobernación de Alsina, cuando todavía no había cumplido 29 años.
En 1868, Sarmiento fue electo presidente y designó a Nicolás Avellaneda en la cartera más importante en la estrategia del sanjuanino: el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. Desde allí llevará adelante los ambiciosos proyectos educativos de Sarmiento: centenares de escuelas primarias, decenas de escuelas normales y colegios nacionales en todo el país.
En 1874, al finalizar la presidencia de Sarmiento, fue electo presidente de la República. Mitre, el candidato derrotado, denunció fraude y se levantó en armas contra el triunfo de Avellaneda. A los pocos meses fue derrotado en el combate de La Verde por las fuerzas del General Roca. Mitre fue condenado a prisión por un tribunal militar, pero fue indultado por el presidente Avellaneda quien además, como muestra de su voluntad de pacificación incorporó al Gabinete a Rufino de Elizalde y a José María Gutiérrez, dos reconocidos mitristas.
Siguiendo la consigna de Alberdi "gobernar es poblar", Avellaneda promovió en 1876 la sanción de la Ley de Inmigración conocida como Ley Avellaneda, que aparecía como una promesa interesante de tierras y trabajo para los campesinos europeos. En pocos años, duplicó el flujo inmigratorio.
Avellaneda enfrentó los efectos perdurables de la grave crisis económica que se había desatado a fines de la presidencia de Sarmiento, con medidas extremas como la disminución del presupuesto, suspensión de la convertibilidad del papel moneda a oro, la rebaja de sueldos y los despidos de empleados públicos.
Decía en 1877 "Los tenedores de bonos argentinos deben, a la verdad, reposar tranquilos. La República puede estar dividida hondamente en partidos internos; pero no tiene sino un honor y un crédito, como sólo tiene un nombre y una bandera ante los pueblos extraños. Hay dos millones de argentinos que economizarían hasta sobre su hambre y sobre su sed, para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros."
En diciembre de 1876 llegó al país el primer barco frigorífico, Le Frigorifique, equipado con dos cámaras que mantenían una temperatura de 0 grados centígrados. En 1877 llegó Le Paraguay, sus cámaras enfriaban hasta 30° bajo cero. Esto modificaba notablemente el panorama de las exportaciones argentinas e incrementaba el valor del ganado.
El periódico El Mosquito satirizaba así la llegada del frigorífico:
"Yo me quedo asombrado cuando pienso en todas las ventajas que se pueden sacar del invento del frigorífico. Las mujeres podrán construir cada una en su casa un retrete frigorífico, sea sencillo o sea adornado como un elegante tocador, y si tienen la constancia de no salir de él, sino para ir a las tiendas, recibir visitar y comer, conservarán una juventud eterna, y a los 80 parecerán mozas de 25 años. El sistema frigorífico aplicado a la política, producirá también efectos benéficos; las revoluciones serán más raras, si encierran a los autores de revoluciones en calabozos frigoríficos, porque la baja temperatura de su prisión calmará sin duda su ardor revolucionario."
La restricción de las compras al exterior como producto de la crisis, estimuló un tímido desarrollo de la industria local. En 1877 se fundó el Club Industrial, por iniciativa de Carlos Pellegrini, Vicente Fidel López, José Hernández y Roque Sáenz Peña. El club logró que se establecieran tarifas proteccionistas para algunos productos, fortaleciendo la industria harinera, la vitivinícola, la del vestido y otras producciones.
En ese mismo año, se produjo la primera huelga de nuestra historia protagonizada por el primer gremio organizado: la Sociedad Tipográfica Bonaerense, fundada en 1857. La huelga fue dirigida por dos inmigrantes, un francés, Gauthier, y un español, Álvarez, que traían su experiencia sindical europea. La huelga fue exitosa y logró el establecimiento de la jornada de diez horas en invierno y doce en verano, una importante conquista para la época. El periódico El Nacional, dirigido por Dalmacio Vélez Sarsfield, calificó a la huelga como "recurso vicioso, inusitado e injustificado".
El gobierno de Avellaneda, a través del ministro de Guerra, Adolfo Alsina impulsó una campaña al desierto para extender la línea de frontera hacia el Sur de la Provincia de Buenos Aires. El plan de Alsina era levantar poblados y fortines, tender líneas telegráficas y cavar un gran foso, conocido como la "zanja de Alsina", con el fin de evitar que los indios se llevaran consigo el ganado capturado. Antes de concretar su proyecto, Alsina murió. Fue reemplazado por el joven general Julio A. Roca, quien aplicará un plan de aniquilamiento de las comunidades indígenas a través de una guerra ofensiva y sistemática.
El éxito obtenido en la llamada “conquista del desierto”, llevada a cabo entre 1878 y 1879, prestigió frente a la clase dirigente la figura de Roca y significó la apropiación por parte del estado nacional de millones de hectáreas que serán distribuidas entre una minoría de familias vinculadas al poder.
Al finalizar su presidencia, Avellaneda envió al parlamento un proyecto de federalización de la ciudad de Buenos Aires, con la intención de poner fin a la histórica disputa por la residencia de las autoridades nacionales, que estaban de hecho sometidas a la autoridad y jurisdicción del gobernador de la provincia de Buenos Aires. El proyecto provocó la reacción del gobernador, Carlos Tejedor, quien se sublevó contra las autoridades nacionales en tanto se llevaban a cabo las elecciones presidenciales que dieron el triunfo a la fórmula Roca-Madero, partidarios de la federalización.
El presidente Avellaneda abandonó la ciudad e instaló el gobierno en el vecino pueblo de Belgrano. Buenos Aires fue sitiada y Tejedor, derrotado por las tropas leales a Avellaneda comandadas por Roca. Finalmente en agosto de 1880 la legislatura nacional declaró disuelta al cuerpo legislativo bonaerense y sancionó la Ley de federalización de la ciudad de Buenos Aires.
Al concluir su mandato presidencial, en 1880, Avellaneda fue electo senador por Tucumán. Desde allí proyectó y logró la sanción de la Ley Universitaria, que les garantizó la autonomía a las universidades nacionales. Poco después fue electo rector de la Universidad de Buenos Aires.
En junio de 1885, se embarcó hacia Europa junto a su esposa, Carmen Nóbrega, en busca de un tratamiento médico para la nefritis que lo afectaba. Murió en altamar, de regreso de su viaje, el 24 de noviembre de 1885, a los 48 años.
lunes, 21 de enero de 2013
CHIVILCOY HOMENAJE A PASCUAL CONTURSI Y SHOW DE MUÑECAS BRAVAS
Muñecas Bravas |
El sábado 15 de diciembre la ciudad bonaerense de Chivilcoy tuvo un merecido festejo por el Día Nacional del Tango con el espectáculo “Muñecas bravas” donde además pudo disfrutarse del talento local: Valeria Cotado, Eduardo Rotela y el ballet “Che Tango”.
El encuentro fue en el bello Salón de Actos de la Escuela Normal que maridó perfectamente con la cálida noche veraniega para recibir a los chivolcoyanos amantes del 2x4. Cerca de las 22 hs dio inicio lo que sería una fiesta de la música ciudadana con tangos clásicos y de los otros.
El ballet invadió el escenario con una apertura dinámica y bien lograda que marcó el ritmo de lo que vendría a continuación. Las tres “Muñecas Bravas”: Gaby La voz sensual del Tango, Geraldine Trenza Cobre y Patricia Malanca destilaron carisma, chispa y buen humor en su espectáculo dedicado al rol de la mujer en la historia de las letras tangueras donde no faltó calificativo negativo sin atribuirle a las damas, para continuar luego con las hermosas obras que inspiraron las musas en los grandes letristas del 2x4. El de las muñecas fue un show distendido, ameno, divertido y muy profesional donde cada una de las chicas demostró sus cualidades individuales y el buen ensamble que ofrecen juntas.
Valeria Cotado |
Por su parte, Valeria Cotado y Eduardo Rotela ofrecieron una muestra de su enorme talento conjunto. Cada uno de ellos presenta una excelencia innegable en su metier pero escucharlos unidos es una experiencia pocas veces vista: cada silencio de uno tiene su respuesta en el otro, se entienden sin mirarse, se fortalecen mutuamente y el énfasis de cada nota es afirmada por el compañero como su fueran solo uno. Realizaron clásicos del tango y obras de Rotela, quien además de gran guitarrista es un excelente autor y compositor.
Finalmente, no podemos dejar de mencionar la pintoresca participación del ballet que completó y engalanó varias interpretaciones cantadas. Las tres parejas de “Che tango” demostraron que el baile al son del bandoneón está muy bien representado en Chivilcoy.
J.Valle y R.Amar |
Al finalizar el espectáculo, las Muñecas llamaron a José Valle, CEO de Dandy Producciones y gran difusor y productor de nuestra cultura nacional, y al Secretario de Cultura de la ciudad, Rodolfo Amar, para hacer efectiva y pública la donación de una obra artística fileteada en homenaje a Pascual Contursi realizada por el artista Pedro Araya que Valle quiso regalar a Chivilcoy a modo de recuerdo al poeta cuya obra hizo que el tango pasara de los pies a los labios.
Es menester recordar que Pascual Contursi nació en Chivilcoy y fue el autor de la pieza que se considera el primer Tango-Canción de la historia: “Mi noche Triste” que fuera interpretado de manera inolvidable por Carlos Gardel
Encuentros y charlas con Arturo Illia
Arturo Umberto Illia dejó entre sus amigos y correligionarios múltiples anécdotas que reflejan su personalidad. Muchas de ellas ni siquiera se conocen, en virtud de la poca bibliografía que sobre el ex presidente de la Nación existe. Lejos de ser un personaje dubitativo y lento, como se lo intentó reflejar, era el cruzdelejeño de una personalidad atrapante.
Hace casi treinta años, después del derrocamiento de Isabel Martínez de Perón y con el advenimiento de la dictadura militar de Jorge Videla, era muy frecuente verlo en la ciudad de Córdoba al ex presidente Dr. Arturo U. Illia.
Además de visitar en el Cerro de Las Rosas a su hijo Martín, (también médico, hoy lamentablemente fallecido), solía juntarse asiduamente con sus correligionarios en la clandestinidad, en virtud de encontrarse en aquel entonces prohibida toda actividad política por decisión del gobierno militar.
Don Arturo , como le llamaban respetuosamente sus amigos, había sido, además de presidente de la República, legislador provincial, vicegobernador con Santiago H. del Castillo , legislador nacional y gobernador electo en elecciones que después fueron anuladas, representando siempre a Córdoba, su provincia adoptiva, a la que tanto amó.
Hizo de la medicina y de la política sus apostolados más insignes. Con relación a la primera, todavía se recuerda la lección que dejó para los médicos en general , cuando, después de algunos años de no ejercer la profesión, debido a sus cargos electivos, al producirse la revolución militar de 1943, se incorporó como simple practicante del Hospital Español en esta ciudad de Córdoba , no obstante contar con una larga experiencia médica. Entendía que antes de abrir nuevamente su consultorio en la ciudad de Cruz del Eje , debía previamente compenetrarse tanto de los avances como de las nuevas técnicas de la medicina moderna. Con relación a la segunda, vale esta anécdota que él la contó en un momento de confidencias, muy raro en su temperamento , ya que siempre se resistía a hablar sobre aspectos de su vida política. No hay certezas que esta versión sea conocida por algunas otras personas en la actualidad.
Relató Illia que con el advenimiento de Perón, en su primer gobierno nacional, San Luis se había incorporado casi masivamente al partido oficialista, llevando como gobernador a Teobaldo Zavala Ortiz, por lo que la oposición radical prácticamente había desaparecido en esa provincia.
En virtud de ello es que el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical resuelve designarlo para que reorganizara el radicalismo en todas las localidades de dicho distrito provincial, desempeñándose entonces como diputado nacional por Córdoba.
Para cumplir con dicho cometido, Illia, entre otras cosas, resuelve enviarle a un viejo caudillo y correligionario de la localidad de Merlo, una carta, con el membrete oficial de Diputado Nacional, haciéndole saber que, en un día ya determinado, iba a visitarlo personalmente en su casa.
La previa comunicación de su visita constituyó un error -según decía don Arturo- porque dicho correligionario se desempeñaba como empleado del Correo y frente al temor de que fuera despedido del cargo por el gobierno nacional -ya que las represalias políticas estaban a la orden del día en aquella época- debido a la visita personal de un legislador de la oposición , optó por meterse en su cama, haciéndose el enfermo, en el día de la anunciada visita.
Por ello es que cuando llegó a la casa del mencionado dirigente, fué atendido por su señora esposa en la puerta de entrada, la cual le anunció que su esposo no podía recibirlo por estar enfermo en la cama. Se olvidó la mujer que Illia era médico y ante la pregunta de éste en qué consistía la enfermedad, la señora sólo atinó a decir que le dolían las piernas y tenía por ello dificultades para caminar. De ahí que su esposo no iba a poder salir a la calle ni tampoco visitar otros correligionarios , como se había programado.
Don Arturo se ofreció en el acto para revisarlo personalmente y sin esperar respuesta de la esposa, entró en el dormitorio de dicho dirigente y comenzó a revisarlo clínicamente, advirtiendo inmediatamenrte que no tenía ninguna dolencia o dificultad en sus piernas. Y sin decir una sola palabra , superando este mal momento, le pidió a la señora que trajera una palangana de agua caliente, Untisal y una frazada para envolverle las piernas. Inmediatamente le lavó las extremidades, las frotó con el remedio mencionado y las envolvió con la frazada, diciéndole que dentro de un par de días iba a poder levantarse sin mayores problemas.
Pues bien: cuál no sería su sorpresa -relataba el Dr. Illia- cuando, imprevistamente, al llegar a la Cámara de Diputados de la Nación, encontró en su despacho una carta del mencionado correligionario, donde éste totalmente arrepentido por haber simulado una supuesta dolencia o enfermedad, le pedía humildemente perdón, contándole la verdad, es decir, que lo había hecho para evitar ser despedido del empleo que tenía, que no era necesario que lo visitara nuevamente, que él personalmente se iba a ocupar de conseguir la mayor cantidad de votos en la próxima elección, silenciosamente, a favor del radicalismo. Es así -contaba el Dr. Illia- que al poco tiempo se producía la primera elección nacional , “corriendo por mi parte a enterarme por los diarios sobre el resultado final del radicalismo en Merlo: había obtenido cuarenta votos a su favor”. Sonriendo comentaba que, por lo menos, su “tratamiento” no había resultado en vano.
Así era Illia, un hombre íntegro, política y profesionalmente hablando. No debe olvidarse que fue el pueblo de Cruz del Eje, quien, por contribución popular, le regaló la casa donde él vivía con su familia, como un reconocimiento a su labor médica en favor de los más necesitados.
Conversar con don Arturo resultaba un verdadero placer, porque, a diferencia de muchos , era de los que sabía escuchar pacientemente a su interlocutor, dándole a éste el tiempo suficiente para que pudiera expresar cabalmente su pensamiento. Su mirada penetrante pero a su vez acogedora , resultaba, pues, una invitación al diálogo fluido, ameno, sin condicionamientos. Y cuando se disponía a hablar lo hacía con una voz tan potente que llamaba la atención de quienes lo rodeaban: era como si su espíritu se fortaleciera o mantuviera aún, dentro de su pecho, la frescura de sus años juveniles, como frescas eran las ideas que sustentaba, a pesar del tiempo transcurrido. Ello contrastaba con la rigidez de sus conceptos, especialmente cuando defendía la ley, la democracia y las instituciones de la República.
Así, sus claros conceptos políticos eran más bien propios de un especialista del derecho que de un profesional de la medicina. Ello se reflejó, por ejemplo, en su mensaje presidencial del 12 de octubre de 1963, cuando asumiera la primera magistratura del país, donde expresó, entre otras cosas, que esta era “la hora de la gran revolución democrática, la única que el pueblo quiere y espera; pacífica sí , pero profunda, ética y vivificante, que al restaurar las fuerzas morales de la nacionalidad, nos permita afrontar un destino promisorio con fe y esperanza”.
Desgraciadamente oscuros designios de militares que se creían “iluminados”, como Onganía, no dejaron plasmar esta “revolución democrática” que auguraba aquel presidente constitucional de los argentinos, provocando un golpe de estado que hasta ahora no se sabe cuales fueron sus verdaderos objetivos, sirviendo sólo para defender intereses foráneos y de extrema derecha. No hay que olvidar que diez años después de este desgraciado acontecimiento, un complotado en dicho golpe injusto, el coronel Luis Perlinger, terminó pidiéndole perdón en una carta a Illia por haberlo desalojado de su despacho presidencial.
Hace casi treinta años, después del derrocamiento de Isabel Martínez de Perón y con el advenimiento de la dictadura militar de Jorge Videla, era muy frecuente verlo en la ciudad de Córdoba al ex presidente Dr. Arturo U. Illia.
Además de visitar en el Cerro de Las Rosas a su hijo Martín, (también médico, hoy lamentablemente fallecido), solía juntarse asiduamente con sus correligionarios en la clandestinidad, en virtud de encontrarse en aquel entonces prohibida toda actividad política por decisión del gobierno militar.
Don Arturo , como le llamaban respetuosamente sus amigos, había sido, además de presidente de la República, legislador provincial, vicegobernador con Santiago H. del Castillo , legislador nacional y gobernador electo en elecciones que después fueron anuladas, representando siempre a Córdoba, su provincia adoptiva, a la que tanto amó.
Hizo de la medicina y de la política sus apostolados más insignes. Con relación a la primera, todavía se recuerda la lección que dejó para los médicos en general , cuando, después de algunos años de no ejercer la profesión, debido a sus cargos electivos, al producirse la revolución militar de 1943, se incorporó como simple practicante del Hospital Español en esta ciudad de Córdoba , no obstante contar con una larga experiencia médica. Entendía que antes de abrir nuevamente su consultorio en la ciudad de Cruz del Eje , debía previamente compenetrarse tanto de los avances como de las nuevas técnicas de la medicina moderna. Con relación a la segunda, vale esta anécdota que él la contó en un momento de confidencias, muy raro en su temperamento , ya que siempre se resistía a hablar sobre aspectos de su vida política. No hay certezas que esta versión sea conocida por algunas otras personas en la actualidad.
Relató Illia que con el advenimiento de Perón, en su primer gobierno nacional, San Luis se había incorporado casi masivamente al partido oficialista, llevando como gobernador a Teobaldo Zavala Ortiz, por lo que la oposición radical prácticamente había desaparecido en esa provincia.
En virtud de ello es que el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical resuelve designarlo para que reorganizara el radicalismo en todas las localidades de dicho distrito provincial, desempeñándose entonces como diputado nacional por Córdoba.
Para cumplir con dicho cometido, Illia, entre otras cosas, resuelve enviarle a un viejo caudillo y correligionario de la localidad de Merlo, una carta, con el membrete oficial de Diputado Nacional, haciéndole saber que, en un día ya determinado, iba a visitarlo personalmente en su casa.
La previa comunicación de su visita constituyó un error -según decía don Arturo- porque dicho correligionario se desempeñaba como empleado del Correo y frente al temor de que fuera despedido del cargo por el gobierno nacional -ya que las represalias políticas estaban a la orden del día en aquella época- debido a la visita personal de un legislador de la oposición , optó por meterse en su cama, haciéndose el enfermo, en el día de la anunciada visita.
Por ello es que cuando llegó a la casa del mencionado dirigente, fué atendido por su señora esposa en la puerta de entrada, la cual le anunció que su esposo no podía recibirlo por estar enfermo en la cama. Se olvidó la mujer que Illia era médico y ante la pregunta de éste en qué consistía la enfermedad, la señora sólo atinó a decir que le dolían las piernas y tenía por ello dificultades para caminar. De ahí que su esposo no iba a poder salir a la calle ni tampoco visitar otros correligionarios , como se había programado.
Don Arturo se ofreció en el acto para revisarlo personalmente y sin esperar respuesta de la esposa, entró en el dormitorio de dicho dirigente y comenzó a revisarlo clínicamente, advirtiendo inmediatamenrte que no tenía ninguna dolencia o dificultad en sus piernas. Y sin decir una sola palabra , superando este mal momento, le pidió a la señora que trajera una palangana de agua caliente, Untisal y una frazada para envolverle las piernas. Inmediatamente le lavó las extremidades, las frotó con el remedio mencionado y las envolvió con la frazada, diciéndole que dentro de un par de días iba a poder levantarse sin mayores problemas.
Pues bien: cuál no sería su sorpresa -relataba el Dr. Illia- cuando, imprevistamente, al llegar a la Cámara de Diputados de la Nación, encontró en su despacho una carta del mencionado correligionario, donde éste totalmente arrepentido por haber simulado una supuesta dolencia o enfermedad, le pedía humildemente perdón, contándole la verdad, es decir, que lo había hecho para evitar ser despedido del empleo que tenía, que no era necesario que lo visitara nuevamente, que él personalmente se iba a ocupar de conseguir la mayor cantidad de votos en la próxima elección, silenciosamente, a favor del radicalismo. Es así -contaba el Dr. Illia- que al poco tiempo se producía la primera elección nacional , “corriendo por mi parte a enterarme por los diarios sobre el resultado final del radicalismo en Merlo: había obtenido cuarenta votos a su favor”. Sonriendo comentaba que, por lo menos, su “tratamiento” no había resultado en vano.
Así era Illia, un hombre íntegro, política y profesionalmente hablando. No debe olvidarse que fue el pueblo de Cruz del Eje, quien, por contribución popular, le regaló la casa donde él vivía con su familia, como un reconocimiento a su labor médica en favor de los más necesitados.
Conversar con don Arturo resultaba un verdadero placer, porque, a diferencia de muchos , era de los que sabía escuchar pacientemente a su interlocutor, dándole a éste el tiempo suficiente para que pudiera expresar cabalmente su pensamiento. Su mirada penetrante pero a su vez acogedora , resultaba, pues, una invitación al diálogo fluido, ameno, sin condicionamientos. Y cuando se disponía a hablar lo hacía con una voz tan potente que llamaba la atención de quienes lo rodeaban: era como si su espíritu se fortaleciera o mantuviera aún, dentro de su pecho, la frescura de sus años juveniles, como frescas eran las ideas que sustentaba, a pesar del tiempo transcurrido. Ello contrastaba con la rigidez de sus conceptos, especialmente cuando defendía la ley, la democracia y las instituciones de la República.
Así, sus claros conceptos políticos eran más bien propios de un especialista del derecho que de un profesional de la medicina. Ello se reflejó, por ejemplo, en su mensaje presidencial del 12 de octubre de 1963, cuando asumiera la primera magistratura del país, donde expresó, entre otras cosas, que esta era “la hora de la gran revolución democrática, la única que el pueblo quiere y espera; pacífica sí , pero profunda, ética y vivificante, que al restaurar las fuerzas morales de la nacionalidad, nos permita afrontar un destino promisorio con fe y esperanza”.
Desgraciadamente oscuros designios de militares que se creían “iluminados”, como Onganía, no dejaron plasmar esta “revolución democrática” que auguraba aquel presidente constitucional de los argentinos, provocando un golpe de estado que hasta ahora no se sabe cuales fueron sus verdaderos objetivos, sirviendo sólo para defender intereses foráneos y de extrema derecha. No hay que olvidar que diez años después de este desgraciado acontecimiento, un complotado en dicho golpe injusto, el coronel Luis Perlinger, terminó pidiéndole perdón en una carta a Illia por haberlo desalojado de su despacho presidencial.
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