Había nacido en 1770, en el seno de una
familia acomodada de Buenos Aires y sin saber cómo, sólo guiado por un profundo
deseo de libertad para su pueblo, dedicó sus días, su fortuna y hasta su vida
persiguiendo la causa que creyó más justa.
Y si bien sus hazañas fueron muchas, su
momento de gloria, tardíamente reconocido por cierto, se relaciona generalmente
con aquella jornada frente a sus baterías a punto de lanzarse en batalla, a
orillas del río Paraná, cuando enarboló por primera vez nuestra Enseña Patria,
situación que, paradójicamente, le valió una dura reprimenda por parte del
Triunvirato que por aquellos días gobernaba en Buenos Aires...
Pero claro... ¿qué importancia puede
tener ahora ese detalle, el de la reprimenda, frente a todo lo que nos ha
dejado este Hombre?
Sólo con sumergirnos en su historia,
plagada de heroísmo, de entrega, de humildad, de honestidad... podemos
realmente valorarlo.
Sólo con recordar sus últimas horas, un
20 de Junio, allá por 1820, en las que, a pesar de debatirse entre la vida y la
muerte, a pesar del olvido, la pobreza y la desidia, no tuvo más que palabras
de amor hacia la Patria, a la que lamentablemente no llegó a ver constituida...
podremos comprender su grandeza.
qué gratificante sería que algunos, que
se dicen defensores del republicanismo, de los derechos, que dicen querer “lo
mejor” para los argentinos, pudieran tomarse el generoso trabajo de adentrarse
en la historia y la épica de Don Manuel Belgrano…
Hoy nos toca, como en cada momento
histórico, encontrarnos frente a quienes sólo buscan el beneficio
personal, con quienes no pueden ver más allá de sus propias necesidades y
deseos, con quienes no han tomado nota ni cuenta de lo que significa “el bien
común”, con quienes se llenan la boca diciendo “Patria”, sin saber realmente de
qué están hablando.
Pero, ante esta realidad, no debemos
cejar en nuestra lucha.
No debemos sentirnos abatidos o
únicamente enojarnos o indignarnos ante injusticias que tienen lugar a diario,
ante tantas mentiras que se dicen.
Podemos hacer mucho más.
Podemos tomar el ejemplo de hombres como
Belgrano, y tantos otros, que no se conformaron, que jamás se rindieron, que
dieron todo, que tuvieron la conciencia de que había algo superior por qué
levantarse cada día, algo que estaba mucho más allá que la propia
existencia, y que, en función de ello, honraron verdaderamente a la
Patria, desde donde les tocó estar o desde donde eligieron estar.
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