Entrar en la historia no es un hecho mecánico. Una figura política no lo logra sólo porque fallece y ha realizado tales y cuales obras. Se entra en la historia por una compleja trama tanto de elementos objetivos como de imágenes y deseos colectivos.
Tenemos el caso del ex presidente Arturo Frondizi, quien pese a pasar sus últimos años en una injusta soledad política, es motivo de una notable revalorización, quizá porque la sociedad proyecta su deseo de tener hoy políticos como Frondizi, con ética y capacidad de anticipar el futuro y unir a la Nación.
Como todos los que entran en la historia, Frondizi participa de un imaginario que no siempre responde a lo que fue. Suele ser citado y encomiado por personas que proponiéndoselo o no transmiten la idea de que entre ellos y Frondizi existe una identidad ideológica y política que puede no ser real; y se abre, por tanto, la necesidad historiográfica de buscar precisión y evitar confusiones porque el valor de la historia es iluminar presente y porvenir.
Por eso me parece interesante esclarecer la posición de Frondizi en el campo económico. Superó las ideas estatistas y populistas que habían impedido el desarrollo del país y fue notable, aunque no único, el caso del petróleo: su gobierno en tres años triplicó la producción e hizo lo que el estatismo no había conseguido en 50 años. Para ello convocó a compañías privadas, pero no privatizó a YPF sino que la fortaleció y las compañías eran contratistas de la empresa estatal.
Es un punto central porque el razonamiento convencional puede concluir que si no se es estatista se es neoliberal. Sin embargo, es allí donde el pensamiento y la experiencia de Frondizi tiene una gran fertilidad porque señala otro camino, el camino desarrollista.
Frondizi promovió las inversiones privadas, no preconizaba un Estado empresario sino en circunstancias excepcionales y comprendía que el funcionamiento del mercado no podía torcerse con voluntarismo dirigista. Pero estaba muy lejos de la noción de Estado de los neoliberales. Consideraba —y lo demostró con éxito— que sin violentar el mercado, la política económica puede planificar y orientar, mediante el impuesto, el crédito, el arancel de protección, las inversiones y el proceso de redistribución.
En su campaña electoral difundió un eslogan que ejecutó en el Gobierno: carne más petróleo igual a acero. Las divisas de la exportación de carne y las que ahorraría el autoabastecimiento de petróleo pagarían la industrialización, y allí se definían algunas prioridades hacia las que se orientaría la acción del Estado.
Para la política de desarrollo, que Frondizi elaboró con Rogelio Frigerio, la prioridad entre "caramelo o acero" no la decide el mercado. Hoy en lugar de acero podríamos decir biotecnología o informática.
La teoría de desarrollo en sí es incompatible con el planteo neoliberal. Desarrollo no es lo mismo que crecimiento; éste es un concepto cuantitativo mientras que el desarrollo supone un cambio de calidad en la economía. El funcionamiento del mercado puede generar una fase de creci miento como en la primera mitad de los noventa y ahora, pero el desarrollo no puede ser fruto espontáneo del mercado porque requiere establecer prioridades y acciones del Estado para lograr que determinados sectores productivos que están rezagados o no son competitivos pasen a serlo.
Pero hay más, Frondizi no creía en la teoría neoliberal del derrame, según la cual el mercado hará que la riqueza llegue a toda la sociedad. El mercado con Estado ausente genera concentración y desigualdad. Frondizi, a poco de asumir el gobierno y antes de liberar el mercado cambiario y sincerar las tarifas de los servicios públicos —necesarias para el proceso de inversión—, dispuso una fuerte actualización de los salarios. Y también una de sus medidas fue restaurar la organización sindical que había sido destruida por el gobierno de facto de 1955; pese a que la maledicencia opositora consideró un favor al peronismo, tenía la finalidad de establecer contrapesos y equilibrios sociales frente al vigoroso proceso de inversiones y expansión que se lanzaba.
Esta nota, que al menos tiene valor testimonial por un trabajo cotidiano del autor con el doctor Frondizi durante casi un cuarto de siglo, aspira a motivar el interés de los historiadores. La Argentina necesita mirar su historia para construir el futuro.
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