Cipriano Reyes, el hombre que se animó a decir: “Yo hice el 17 de Octubre” que era como decir “a Perón lo hice yo”. Y si no lo hubiera hecho, igualmente hubiera tenido que pasar a la historia tan sólo por haberlo dicho. Haberlo dicho, y que muchos creyeran que fuera cierto, le ganó el odio de unos y otros. De los peronistas, porque el líder no puede tener mentores. Y de los antiperonistas, porque no se cansaban de mentar a los padres de Perón y don Cipriano puso la cara.
Había nacido en Lincoln con siete hermanos y un padre que había llegado a la Argentina para trabajar en el circo criollo de los Podestá. A los 12 o 13 años fue obrero en la vidriería La Asunción, en Caseros 3131. “Tenían mucha fama de negreros”, contó y allí participó en las primeras reuniones de anarco sindicalistas de los que siempre habló como sus maestros. En 1921 se mudó con sus padres a Zárate y trabajó en el frigorífico Armour, donde en 1923 participó en la fundación del primer sindicato de la carne.
De allí se mudó a Necochea y a principio de los ‘40 recaló en Berisso, donde se empleó como obrero del frigorífico Anglo y reanudó la militancia sindical. Era un gremio muy trabajado por los gremialistas comunistas que ya estaban declinando. En su biografía, Reyes reconoce que cuando empezó su actividad sindical, los gremios estaban controlados por anarquistas, socialistas y comunistas. “Yo me sentía muy unido afectivamente a ellos –afirmó– pero no compartía su ideología”. Reyes definió su ideario como un socialismo no marxista y lo cierto es que fue duro competidor de sus compañeros de izquierda.
Su participación en la creación del sindicato de la carne hubiera bastado tal vez para hacerle un espacio en la memoria. Pero la historia argentina se acercaba, sin que sus protagonistas lo supieran, a una encrucijada decisiva: el 17 de octubre de 1945.
Hay muchas versiones sobre ese día fundacional para el movimiento peronista y para la nueva etapa que se abría: la historia gorila, la de la liturgia peronista, la de Cipriano Reyes y otras. Reyes había conocido a Perón antes de ese día. Había hecho huelga, se había peleado con los “cosacos” y estaba detenido en la Policía Federal. Su hermano hizo gestiones para liberarlo y una de ellas fue ante el secretario de Trabajo. Un día salió en libertad y de allí lo llevaron a la oficina del coronel Juan Perón. “Necesitamos hombres como usted” decía que le dijo.
Cipriano Reyes estaba seguro de su liderazgo y sintió que el destino de ese hombre que le pedía ayuda dependía de él, más de lo que el suyo dependía del de Perón. Y la historia posterior demostró que estaba equivocado.
Cuando Perón, que era secretario de Trabajo y vicepresidente, fue obligado a renunciar y llevado preso a Martín García, se produjo un tironeo en la Confederación General del Trabajo. Los sindicatos independientes lograron una ajustada mayoría frente a socialistas y comunistas para declarar una huelga el 18 de octubre, pero no se habló de movilización.
La historia que difundió el peronismo borró a Reyes de esa fecha. En ella, la agitadora era Evita, a quien se la mostró recorriendo las fábricas de Avellaneda para convocar a los obreros a la Plaza de Mayo a exigir la libertad de Perón. En pleno peronismo, Reyes se atrevió a cuestionar esa versión y se puso en el lugar de Evita.
Cipriano Reyes contó que el gremio había decidido movilizarse el 16, lo postergaron un día y así salieron a la madrugada para llegar a las 4 de la tarde a la Plaza. “Teníamos cinco mil activistas organizados y cada uno de ellos podía traer a otros cinco, o sea que de partida contábamos con 25 mil personas dispuestas y a la mitad del camino ya éramos como 50 mil”. En el camino se sumaron obreros de los barrios fabriles del sur, hasta convertirse en la masa que copó la Plaza de Mayo. A lo largo de su vida insistió siempre con esa versión, aunque ningún otro corroboró la existencia de una convocatoria puntual tan clara en la gestación del 17 de Octubre. Y por supuesto tampoco se pudo corroborar el papel tan protagónico que le asignaron a Evita. Lo que sí es cierto es que cuando Perón se presentó a elecciones, lo hizo con el Partido Laborista que había fundado el gremialista de la carne que, a su vez, fue elegido diputado.
Pero a Reyes no le gustaba el verticalismo y se rebeló contra la orden de Perón de disolver el Partido Laborista para conformar el Movimiento Nacional Justicialista. A partir de allí pasó a la oposición y no era hombre de callarse la boca. Fue detenido, denunció torturas y atentados e incluso en uno de ellos murió su chofer y él resultó herido en una pierna. Estuvo preso hasta 1955. Cuando salió en libertad, su figura se opacó. En un universo dividido entre peronistas y antiperonistas, su posición de alguna manera más ecléctica no tenía lugar. Hasta el final de sus días acompañó el letargo de su Partido Laborista que nunca más ganó una elección, y cedió entrevistas para irritar a peronistas y antiperonistas con su versión de la historia de la que fue, contra la corriente y sin lugar a dudas, un protagonista importante.
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