jueves, 5 de enero de 2012

General D. Juan José Viamonte

General D. Juan José Viamonte 

Nació en Buenos Aires el 9 de febrero de 1774 ,descendiente de una notable familia en la carrera militar, ingresó como cadete en 1785 en el Regimiento de Infantería de Buenos Aires.
Prestó servicios como comandante de la Guardia de la Frontera en la campaña contra los portugueses en la Banda oriental hasta 1803.
Durante las primeras invasiones inglesas de 1806 era teniente del Regimiento de infantería de Buenos Aires. Cuando la capital fue tomada el 27 de junio, D. Pascual Ruiz Huidobro destinó parte de la guarnición para su reconquista y puso al frente de la tropa al Gral. Liniers, quien eligió para primer ayudante al teniente Viamonte, que se distinguió sobre todo en la toma del Parque del Retiro el día 1º de agosto.
El virrey marqués de Sobremonte le entregó en noviembre de ese mismo año una medalla conmemorativa.
Durante la segunda invasión llevada a cabo por las tropas inglesas al año siguiente, se le confirió el mando de un tren de artillería volante, con el que operó el día 19 de enero en El Buceo, y aunque la guarnición fue abandonada por las tropas, sostuvo el fuego durante mucho tiempo y la guarnición fue salvada gracias a su valor y pericia; luego de esto pasó a la capital, en donde a instancias del comandante y de los oficiales del Cuerpo de Patricios se le confirió la sargentía mayor del regimiento, que estaba vacante por renuncia de su propietario D. Manuel Belgrano (16-mar-1807).
Desde entonces puso todo su empeño en la organización y disciplina de los Patricios, siendo compensados sus afanes por la gloria que les cupo en las jornadas de los días 2, 3 y 4 de julio.
Los ingleses resolvieron atacar Buenos Aires y el 28 de junio desembarcaron en la Ensenada, desde donde emprendieron la marcha hacia la capital. Pese a que Liniers salió a su encuentro, no quedó más recurso que entrar en la ciudad y organizar su defensa.
Los Patricios fueron distribuidos en los puntos de mayor riesgo y todos, sin excepción, se cubrieron de gloria, particularmente en su propio cuartel que era el Colegio de San Carlos, en donde 200 hombres al mando del mayor Viamonte consiguieron derrotar una columna que se dirigía por la calle del Correo (hoy Perú) a la gran Plaza, siendo trofeo de la acción un cañón arrebatado al enemigo.
El mismo día a las 11 de la mañana, rendía Viamonte una fuerza que al mando del Tte. Coronel Cadogan se había apoderado de la casa de la Virreyna (Vda. de Pino).
El 3 de abril de 1808 fue nombrado capitán graduado de infantería, sirviendo siempre como sargento mayor de la Legión Patricia, cargo que desempeñó hasta el 5 de enero de 1809, en que a consecuencia del movimiento del 1º de enero de ese año -causado por los criollos y los españoles que divididos se disputaban la supremacía, y que dio como resultado el triunfo de los primeros- obtuvo el grado de Tte. Coronel de Infantería de Ejército.
Cuando se le ofreció la jefatura de la revolución que tendría lugar el 25 de mayo de 1810, Viamonte declinó esta en Saavedra por lealtad a su jefe, aunque tomó importante partido en la revolución, decidiéndose ésta la noche del 24 en su casa.
El 22 de mayo de 1810 el Cabildo convocó "la más principal y más sana parte del vecindario" para expresar la voluntad del pueblo y acordar las medidas más oportunas para asegurar la suerte del país. El voto de Viamonte en esta ocasión fue "que debía cesar el virrey y reasumir la autoridad el Cabildo como representante del pueblo".
El 25 de mayo se alcanzó por fin el soñado ideal y se constituyó una junta de siete miembros, con la condición de que en el término de quince días prepararían una expedición para las provincias del interior.
Fue promovido a Coronel el 3 de noviembre de 1810, y al mando del regimiento nº 6 del Perú fue designado, el día 15 de ese mismo mes, segundo jefe del Ejército del Norte.
Tras el desastre de Huaqui, fue llamado a Buenos Aires para rendir cuentas de su derrota; después de un proceso célebre que se prolongó durante dos años, se dictaminó la inocencia de Viamonte.
El 31 de diciembre de 1813 fue nombrado Mayor General del Ejército de Buenos Aires.
En 1814 se lo designó Gobernador Intendente de Entre Ríos. Tras su destacada actitud en esta provincia, se determinó el Cabildo a promoverlo al grado de Coronel Mayor, y a obsequiarle un sable en cuya hoja se inscribieron las causas que dieron mérito a esa resolución (24 de abril de 1815) y cuya manufactura fue encargada en Londres.
Marchó luego a Santa Fe como General en Jefe de las tropas de observación. las fuerzas de Artigas invadieron la provincia y apresaron a Viamonte, que permaneció más de un año prisionero de las tropas orientales de Artigas en el campamento de la Purificación.
Recuperada su libertad, integró en Buenos Aires la Junta de Notables reunida por Pueyrredón en 1818, opinando que el Gral. San Martín debía venir a Buenos Aires para auxiliar al Directorio.
El 19 de mayo de 1818 fue nombrado diputado al Congreso de Buenos Aires, pero debió interrumpir esta tarea ya que se le encomendó el mando de la segunda expedición sobre la provincia de Santa Fe.
Ya en Santa Fe, y después de su destacada actuación en esta provincia, logró firmar el armisticio de Santo Tomé el 7 de abril de 1819, que al ser ratificado por el tratado de San Lorenzo, constituyó el primer pacto interprovincial argentino.
De regreso a Buenos Aires, se reintegró a sus tareas legislativas en un momento en que se trataba el proyecto de Constitución. Viamonte suscribió el texto unitario. El 3 de agosto de ese año fue elegido Presidente del Congreso, pero fracasada la Constitución la asamblea quedó disuelta.
Fue en 1820, cuando el país se vio sorprendido por la anarquía, cuando Viamonte emigró a Montevideo.
A fines de 1820, a su vuelta de Montevideo, volvió a asumir la jefatura de las tropas de la Legión Patricia.
El 14 de mayo de 1821, fue designado Gobernador y Capitán General sustituto, desempeñando este cargo hasta el 6 de junio de ese mismo año, en que regresó el titular.
En 1822 pidió su retiro militar, ya que se hallaba enfermo de tuberculosis, enfermedad que había contraído en la campaña del Alto Perú. En esa época se dedicó a las tareas rurales, adquiriendo una estancia en San Vicente, que pobló con 2000 cabezas de ganado.
Hombre de profundas convicciones jurídicas -como lo demostró en las memorables defensas de los coroneles Benito Rolón y Celestino Vidal, tras la revolución de Tagle de 1823- el 29 de abril de 1824 fue elegido, por tercera vez, diputado por la Ciudad de Buenos Aires. Ese mismo año, por pedido propio, se le concedió el relevo del mando de los Regimientos Patricios.
El 23 de diciembre de 1826 se lo designó para integrar un consejo constituido por el presidente Rivadavia, y que tenía por fin activar las operaciones de la guerra contra el Brasil.
Cuando cayó la presidencia de Rivadavia, Viamonte fue elegido nuevamente representante de la provincia el 22 de julio de 1827, durante la administración de Dorrego. Desde su banca de diputado, propició el reconocimiento de la independencia boliviana. Fue, además, Consejero de estado en el precario gobierno de Lavalle.
Dando un salto en el tiempo, podremos decir que la Convención de Barracas, entre otras muchas cosas, estipulaba la entrega del gobierno a Viamonte; este tratado fue firmado el 24 de agosto de 1829, por lo que la entrega del gobierno se produjo cerca de esa fecha.
La misión del Gobernador Viamonte fue, sin duda, una misión de paz, aunque ésta fuera trabada por Rosas. Debido a las trabas que el tirano impuso a Viamonte, renunció a su alto puesto el 6 de diciembre de 1829.
Durante este período gubernativo de Viamonte, se dirigió a S.S. San Pío VII para pedirle que designara un obispo para la diócesis de Buenos Aires, ya que estaba vacante desde hacía diecisiete años. Fue la primera vez que un gobierno argentino se dirigía al papado de forma oficial.
Nuevamente fue elegido diputado por la provincia el 28 de abril de 1830 y el 9 de mayo de 1831, pero renunció a su representación el 14 de mayo de 1832.
En los comicios del 16 de junio de 1833, Viamonte obtuvo la mayoría de los sufragios, pero la actitud del gobierno de Balcarce despojó del escaño que le correspondía al general y a otros elegidos.
Fue nombrado, nuevamente, gobernador de Buenos Aires, en reemplazo de Balcarce, que había sido derrocado por el movimiento del 11 de octubre, el 14 de noviembre de 1833.
La obra de este segundo gobierno se vió trabada intensamente por Rosas y sus secuaces, debido a esto, Viamonte se vio obligado a dimitir el 1º de octubre de 1834.
Su administración ha sido apreciada y aplaudida por los historiadores.
En 1840, pensando que su vida estaba en peligro, emigró a Montevideo. Poco después, su hijo Avelino fue cobardemente asesinado y pasado a cuchillo por orden del traidor Rosas. Este suceso, agregado a la muerte de su hijo Juan José, muerto de tuberculosis en el Brasil, le apenaron tanto que murió el 31 de marzo de 1843.
Sus restos fueron repatriados el 28 de abril de 1881 por la cañonera argentina "Paraná", permaneciendo ese día todas las banderas de los edificios públicas del país y de los buques de guerra a media asta.
Fue enterrado en el cementerio de la Recoleta, en la bóveda de la familia Sánchez Viamonte, al lado de su colega militar y consuegro, el coronel Modesto A. Sánchez.
Junto a su tumba se puso una placa de bronce conmemorativa, cuyo texto reproducimos:
"El general Juan José Viamonte defensor de Buenos Aires contra la conquista extranjera en 1807; uno de los iniciadores de la revolución de 1810; y campeón de la libertad de Sud América.
Llamado para salvar el Estado a regirlo dos veces; ejerció, la autoridad suprema con la virtud de que dió ejemplo amable a su familia y a sus conciudadanos.
Muerto en el ostracismo, sus cenizas han sido restituidas al suelo natal con sumo honor.
La sociedad conmemoradora de la independencia, al padre de la patria consagra en su sepulcro este perpetuo testimonio. 1881."
Es indispensable conservar en los pueblos libres el recuerdo de los grandes hombres, y el General Viamonte, con notoria injusticia, hasta ahora no vive en la tradición popular. Y es sin embargo uno de los hombres que más servicios ha prestado al país, no solo en la guerra de la Independencia, donde derramó su sangre y expuso su vida, sino en la organización de la nacionalidad argentina y constitución de su gobierno, atravesando por las mil pruebas de aquellos tiempos difíciles sin que su virtud acrisolada sufriera el más leve quebranto, cuando, envueltos en el torbellino de las pasiones y de los odios, muchos se hundieron en la vergüenza y la degradación.
Dr. Julio Sánchez Viamonte. 1881.

La historia que se enseña en las aulas escolares ha proscripto casi totalmente el nombre de Viamonte. No aparece o aparece desfigurada su actuación en acontecimientos en los que ocupa un lugar de protagonista principal. Por ejemplo: se calla que fue el organizador del Cuerpo de Patricios, cuyos oficiales lo "eligieron" para mayor e instructor de los tres batallones; casi nunca se le menciona al narrar las Invasiones Inglesas, en las que desempeñó un papel no superado por ningún otro criollo; se omite consignar que a Viamonte se le ofreció la jefatura de la Revolución de Mayo, como lo reconocen Juan José Castelli y Martín Rodríguez en sus Memorias; que la revolución se decidió en su domicilio, al llegar el coronel Saavedra llamado por Viamonte; se pasa por alto su meritoria actuación en la quebrada de Yuraicoragua (Huaqui); se atribuye a Pueyrredón el mérito, que a el corresponde, de haber salvado al ejército derrotado el 20 de junio de 1811 y entregado por Viamonte a Pueyrredón en Jujuy casi cuatro meses más tarde, ya rehecho, en su condición de jefe único nombrado por la Junta de Buenos Aires; se desconoce su abnegado esfuerzo para mantener el gobierno nacional en 1815; se califica peyorativamente su actuación como interventor militar de Santa Fe en 1815, en la que demostró un noble afán de mantener la unidad argentina e impedir el desmembramiento de las provincias del litoral; antes lo había hecho en Entre Ríos, en 1814, como gobernador de esa provincia; se olvida su carácter de precursor de los pactos interprovinciales como lo fue en 1819 al celebrar el armisticio de Santo Tomé (luego de San Lorenzo); se le ignora como eficaz constructor del Estado Federal argentino desde el gobierno de la provincia de Buenos Aires en los años 1829 y 1833; se olvida su obra de legislador; se prescinde de su defensa inicial de las islas Malvinas, que también le corresponde; se adulteran sus nobles esfuerzos por combatir la anarquía primero y luego la dictadura de Rosas, haciéndosele pasar por cómplice de ésta, lo que acaso sea la más estridente injusticia con que se le afecta.
Dr. Carlos Sánchez Viamonte. 1959.

Cuando la república vea peligrar su soberanía ante pretensiones extranjeras, cuando la injusticia se cebe en los hombres meritorios de la vida pública, cuando la anarquía levante su zarpa para confundir y trabar el desarrollo orgánico de la nación, cuando, en fin, la dictadura gestada en la ingenuidad aparente y patriótica de los poderes extraordinarios ensombrezca nuestra senda liberal, que los responsables de los destinos republicanos evoquen a Viamonte, civilista de espada al cinto y no militar de sable en mano, inspirándose en la obra fecunda del patricio que defendió la independencia política y principista rioplatense contra tres estados europeos, sintió el sabor acre de la derrota y la injusticia y el vaho embriagador del poder, apoyó el orden constitucional, afirmó la institucionalidad republicana, y supo retirarse a tiempo del gobierno, en dos oportunidades, como ejemplo democrático más frecuente de lo que se cree en nuestra historia política, labrando, en definitiva, el ideal supremo de la libertad, fuente perdurable de la civilización.
Armando Alonso Piñeiro. 1959.

Creo; señores, que si posible fuera que el espíritu sano y vigoroso del ilustre patriota, jefe de los cívicos de la capital de la República, reanimase el polvo de sus miembros, le veríamos levantar la mano que blandió la espada en la frontera contra los indios, en la plaza contra el conquistador osado, en el Perú contra los opresores de la América y tantas veces contra la anarquía, para bendecir la obra terminada, a la que consagró cuarenta años de su vida, sin que faltase al lustre de sus servicios el martirio del ostracismo.
Pienso que le veríamos mover sus labios para aconsejarnos la moderación, la generaosidad de sentimientos de que hizo virtuosa profesión y que tanto ennoblece, la unión que robustece al poder de la nación; pienso que formularía el voto que todos podemos hacer sobre su tumba: que nos sea dado tributar homenaje a la inmortal memoria de nuestros héroes, sin un proscripto, en unión y libertad, conservando incólume el suelo de la patria que esos héroes hicieron libre e independiente.
Dr. Benjamín Victorica. 1881.

No conmemoraré en este momento los hechos ilustres de un militar que desde el Plata hasta el antiguo Imperio del Sol, recorrió la jornada del honor y frecuentemente de la victoria. El secreto de su destino estaba en su valor, en su virtud y en su adoración de la libertad e independencia de la América.
Tuvo la envidiable felicidad de verlas aseguradas para siempre, y en parte por sus propios esfuerzos.
Carlos Guido y Spano. 1881.

Inclinémonos con respeto. El ha sido uno de los más distinguidos campeones de la gran causa americana.
Dedicado a la carrera militar desde sus primeros años, siempre se distinguió por su indomable valor y la inquebrantable rectitud de su caracter.
No ha cesado de prestar sus servicios al país, ya como militar en cien campañas, ya como representante del pueblo, que siempre depositó en el su confianza, o ya, por fin, en el gobierno que asumió por tres veces en la provincia de Buenos Aires y una en la de Entre Ríos, en esos tiempos en que el ejercicio del poder no proporcionaba otra cosa que sinsabores y disgustos, preñados como estaban de tempestad los horizontes.
Luis Mª Drago. 1881.

¡El fue de los que concibieron, fundaron y defendieron en la cuna esta nacionalidad argentina que nos cuesta tantas lágrimas y nos infunde tantas esperanzas!
Cuando amaneció el 25 de mayo de 1810, ya Viamonte era conocido por su arrojo y decisión, probados en las invasiones inglesas: había sido también miembro distinguido del grupo revolucionario que incubaba en casa de Vieytes o de Peña, la emancipación de las provincias del Plata; fue, pues, de derecho uno de los primeros jefes del primer ejército patriota.
Oh! la patria podía contar con él: jamás se dudó de su lealtad, rectitud y firmeza, cualidades que puso siempre al servicio de su país, sin ninguna ambición personal.
A veces, por el contrario, esas prendas de su noble carácter, haciéndolo necesario en las circunsancias más difíciles, le echaron encima cargas terribles que aceptó con abnegación.
El gobierno de Viamonte reglamentó el matrimonio de los no católicos, para asegurar en la práctica la libertad de cultos reconocida por los tratados; renovó severamente la prohibición del tráfico de esclavos, para cortar una corruptela introducida por el uso tolerado; abolió el pasaporte, esa servidumbre personal mediante la cual se convierte el país en una especie de cárcel, para realizar el principio que nuestra actual Constitución consigna, de que todos pueden transitar libremente por el territorio, con derecho a entrar o salir sin trabas.
Bastan esos hechos que cito de paso, para demostrar que el general Viamonte no era solo un guerrero valiente, sino que también era un ciudadano animado del santo amor a la libertad.
Por eso se atrajo la saña del caudillo inculto que había de llenarnos de oprobio ante las naciones del mundo.
Viamonte cayó, pues, y con él cayó el partido federal, de luto por la muerte de su jefe el malogrado Dorrego y astutamente desorganizado por Rosas; y con la caída del partido federal, la última esperanza de la patria se hundió en el crepúsculo pavoroso de una noche de veinte años.
Dr. José N. Matienzo. 1881.

El amor a la patria, un espíritu recto, valor austero, palabra benévola, fueron las cualidades que distinguían al general don Juan José Viamonte. Tal es, en compendio, la obra del general Viamonte, que ajeno a las seducciones del oro y de la ambición, sirvió a la patria con entero desprendimiento, sin que decayera esa abnegación, ni en los campamentos, ni en las altas esferas del gobierno, ni en las horas angustiosas del ostracismo, donde por fin halló la muerte que ansiaba el viejo peregrino, como un consuelo supremo a su amargura, desde que ya no existían los seres que más había amado y agonizaba la libertad porque había combatido durante su laboriosa carrera.
Pero esos títulos aumentan la veneración a su nombre, a través de los tiempos, como la expresión más pura de la independencia argentina, y harán que si esta peligra en el futuro sea él uno de los eslabones simpáticos que acerque y reconcilie a los partidos políticos, que en las democracias nivelan el ejercicio del poder.
Dr. Ángel J. Carranza. 1881.

1 comentario:

  1. La biografía que mencionan es de mi autoría, extraída por Uds. sin permiso de mi web www.generalviamonte.com, sin embargo no veo ni siquiera una mención que indique que se ha extraído de mi web o que indique mi autoría. Como "Centro de Estudios" no parecen tener una mínima seriedad institucional. Por favor, retiren inmediatamente la biografía de mi autoría, ya que está publicada aquí contraviniendo mis derechos de autor.

    Mariano Vilella Sánchez Viamonte.
    www.generalviamonte.com
    info@generalviamonte.com

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